Angélica L. Cota
Los hombres inventaron la historia de un Dios que los creó a su imagen y semejanza, por siglos repitieron que la Tierra y la vida fueron creadas para ellos, de ese modo podían nombrar las cosas y también destruirlas. Creían que lo que los diferenciaba del resto de animales era su inteligencia. Hasta que el hombre creó a los Artificiales. Entonces fue evidente que en realidad no poseían la inteligencia que presumían, pero todavía les quedaba el dolor, que era imposible trasmitir a los monstruos de metal.
El sufrimiento está presente desde el nacimiento de cada criatura, ya bestia o humana. El dolor se abre espacio entre la carne y los huesos de las madres para hacer salir a esa nueva vida. No hay parto más doloroso que el de ellas, es el costo a pagar para mantener en pie a la humanidad. El dolor paga la vida, el dolor les acompaña desde el primer respiro y el dolor será también lo que se heredará a las siguientes generaciones.
Se sabe desde los poemas más antiguos que el amor va de la mano del sufrimiento.
Y eso tampoco podían sentirlo los Artificiales.